Monte Ulia, San Sebastián

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En España, la nueva cultura del veraneo pone de moda sobre todo las playas del norte, donde el clima más fresco permite a los elegantes conservar la compostura. De entre ellas, es San Sebastián una de las preferidas, por ser la escogida por la reina regente. Sorolla alterna sus veranos en Valencia con estancias en el norte: Asturias, y sobre todo Guipúzcoa: San Sebastian, Zarauz, Guetaria; también la playa francesa de Biarritz.
 
Sorolla viaja siempre pertrechado con sus materiales de pintor plenairista, y en estas costas encuentra una luz más suave y matizada, unas condiciones más cercanas a las que los pintores franceses del realismo y el impresionismo habían reflejado en sus escenas de las costas atlánticas.

María en los jardines de La Granja

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En 1907 la familia de Sorolla pasará el verano en La Granja de San Ildefonso, pues Sorolla había recibido el encargo de pintar al joven rey Alfonso XIII y lo hará allí, al aire libre. María nacida en 1890 tiene en este momento 17 años. Ha tenido siempre una salud delicada, y en 1906 se le diagnostica una tuberculosis; tendrá que pasar el invierno de 1906-1907 en El Pardo para respirar aire puro de la sierra. Allí la acompañan su madre y sus hermanos hasta que se reunen todos en La Granja.

Sorolla la retrata junto al estanque, en cuya pintura se deleita con los juegos de reflejos en el agua que tanto le han gustado siempre y con la representación de la luz filtrada entre el follaje, otro de sus motivos favoritos. La deliciosa figura de María no registra la enfermedad que acaba de pasar; es más bien una encantadora joven de la belle époque. La acompaña una niña con aro: Susana, la hija del crítico Leonard Williams, que en 1909 publicaría un catálogo de las pinturas de Sorolla.

La preparación de la pasa en Jávea – 1900

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La preparación de la pasa en Jávea, 1900 (París, Musée d’Orsay, en depósito en Pau, Musée des Beaux Arts)

Tras el éxito que supuso «¡Triste herencia!», Sorolla continúa trabajando en el camino que le marca su pintura. En esta obra recurre de nuevo a la temática popular, la de la elaboración tradicional de la uva pasa, pero lo que le interesa es la captación de la luz en un espacio intermedio entre el interior y el exterior: los porches, los patios de las construcciones tradicionales valencianas que tan bien conocía.

De nuevo la protagonista absoluta de la escena es la luz que se cuela en forma de grandes pinceladas blancas a través de puertas y ventanas. Los contraluces, tan difíciles de pintar, aparecen dominados con absoluta maestría