El Patio de Comares, La Alhambra de Granada

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En 1917 realiza Sorolla el que será su último viaje a Granada, después de otros dos realizados en los años 1909 y 1910 para pintar. Si en sus anteriores visitas a la ciudad le habían capturado las vistas majestuosas de la Sierra Nevada, en esta ocasión se concentra en los jardines de la Alhambra, que representa con una pintura acuarelada, levísima, que convierte las imágenes en frágiles espejismos.

Es invierno, las albercas están heladas y Sorolla pinta prácticamente en soledad. Sus cuadros nos evocan una Alhambra melancólica, íntima; no hay apenas color y los encajes de las yeserías nazaríes se resuelven en toques ligeros que sugieren su textura. Y de nuevo el espejo del agua, duplicando la imagen. Es un Sorolla maduro, que descansa de los compromisos de los encargos recreándose en estos motivos delicados pintados para su propio deleite.