Rocas de Jávea


Joaquín Sorolla visita por primera vez Jávea en 1896 y su sorpresa por lo bello del lugar y por lo diferente que es su costa respecto a la de Valencia queda patente en el telegrama que envía a su mujer al llegar, y en la carta que a continuación le escribe: «Jávea sublime, inmensa, lo mejor que conozco para pintar… estaré algunos días. Si estuvieras tu, dos meses». Y «Esto, Xabia, tiene todo lo que yo deseo y más, y si tu vieras lo que tengo delante de mi casita, no encontrarías palabras para enaltecerlo; yo enmudezco de la emoción que aún me domina; imagínate que mi casa está situada en el mismo Monte Carlo; esto es todo una locura de sueño, el mismo efecto que si viviera dentro del mar, a bordo de un gran buque ¡¡Qué mal hiciste en no venir!!, serías tan feliz… ¡gozarías tanto! […] este es el sitio que soñé siempre, Mar y Montaña, pero ¡qué mar!». Regresa para pintar en 1898, 1900 y 1905.

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